La peregrinación de los monjes cada mañana al alba en busca de ofrendas y alimentos es un llamativo ritual que sorprende al recién llegado.
Cada día, antes de la seis de la mañana, las calles de Luang Prabang acogen una curiosa liturgia donde los monjes, con vistosos hábitos color azafrán, salen de sus templos para recibir los obsequios de vecinos y algún que otro forastero. Cientos de lugareños esperan arrodillados a las puertas de sus casas la llegada de los religiosos budistas para ofrecerles arroz, fruta o cualquier alimento. Con estas ofrendas, el vecindario pretende acumular méritos para garantizarse una buena reencarnación.
Los habitantes más pobres de Luang Prabang, sobre todo críos, también acuden a diario al ‘Bat Tak’, que es como denomina esta peculiar liturgia. En su caso, buscan la caridad de los monjes, que comparten con ellos parte de los alimentos recibidos. Solidaridad de ida y vuelta, como metáfora de una vida que siempre regresa en la afianzada creencia laosiana de la reencarnación.
Desde la lejanía del turista, resulta imposible comprender las implicaciones de este rito. A nuestro pesar, nos quedamos en la epidermis de la foto ‘postalera’ y en lo llamativo de las prácticas que envuelven al budismo. Por ejemplo, sorprende -y mucho-, la particular mili que tiene que realizar la chavalería de Luang Prabang, consistente en pasar, al menos, una semanita de reclusión en alguno de los más de 50 templos de la ciudad. A nuestra mirada occidental le cuesta enfocar tanta religiosidad de golpe.
En nuestra visita comprobamos que los ‘japos’ ya han incluido esta peregrinación en su agenda de ‘safaris fotográficos’. Como es habitual, acuden en manada y están perfectamente organizados, traslado en furgoneta incluido. Th Sakkarin, continuación de la principal Th Sisavangvong en dirección contraria a donde se ubica el Mercado Nocturno, es buen punto para contemplar el paso de los monjes, ya que apenas había turistas y, sobre todo, porque hasta allí no llegaban las furgonetas de japoneses.
Nosotros estuvimos en la temporada de lluvias (principios de septiembre) y había, con bastante diferencia, más locales que ‘güiris’. Intentamos pasar desapercibidos y ser respetuosos, pero resulta complicado no sentir que estás invadiendo un terreno que no te pertenece. Imaginamos que en pleno apogeo turístico la saturación de viajeros debe convertir la peregrinación en una especie de romería circense.
¿Inevitable? Posiblemente, lo que está claro que es un bucle que se repite con insistencia. A saber: lugar recóndito se pone en el mapa turístico por su singularidad, y esa particularidad es la que amenaza con desnaturalizar lo que lo hacía único. Entretanto, los turistas flipamos con su rareza y repartimos euros y fotos a nuestro paso, para alegría de los bolsillos nativos. Aunque a veces (muchas) ni siquiera eso, ya que son comerciantes extranjeros los que hacen el ‘bussines’ y reparten las migajas entre la comunidad local. Líbreme Buda de soflamas sobre turismo sostenible, me conformo con compartir pensamientos y, como no, alguna foto del colorista ‘Bat Tak’.
Para ampliar información acerca del budismo theravada, que es el que se práctica mayoritariamente en Laos, se pueden consultar los siguientes enlaces:
. Blog budismo theravada
. Asociación española budismo theravada
. Artículo sobre budismo
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