Exageradamente ruidosa, con una contaminación insufrible y tráfico salvaje, Bangkok es una ciudad excitante que cuenta con infinidad de atractivos más allá de los monumentos de visita 'obligada' y la típica excursión al mercado flotante.
Khao San Road. Este curioso guetto turístico acoge una de las mayores concentraciones de mochileros por metro cuadrado del planeta. Cortada al tráfico desde las 13.00 horas, esta calle comparte espíritu y estética con el Camdem londinense. Cuenta con un animado mercado con infinidad de ropajes alternativos y puestos de comida callejera donde se puede conseguir un digno almuerzo por menos de 1 dólar. De trasiego permanente, las calles que la circundan cuentan con todo tipo de infraestructura para el viajero de presupuesto ajustado (lavanderías, agencias de viajes baratas, alojamientos y restaurantes económicos), así como algunos bares bohemios de ambiente agradable.
Centros comerciales.
Visitar alguno de los muchos complejos futuristas que se agolpan en la
zona moderna de Bangkok es muy recomendable. Exclusivos, con una profusa
decoración, cuidada hasta el último detalle, y con la tecnología más
puntera, estos centros comerciales de última generación son una
alternativa para escapar del ruido de Bangkok durante un par de horas.
Es una foto furtiva, en los centros comerciales está prohibido tomar imágenes |
Parque Lumpini. Un receso en mitad del caos. En pleno distrito financiero, abre una ventana a la cotidianeidad de los bangkokianos, que aprovechan este pequeño rincón para dar clases de yoga, correr un poco o, simplemente, respirar un aire más saludable. Eso sí, no es un lugar tranquilo, el gentío permanente y la música de las múltiples actividades aseguran un ambiente frenético.
Chinatown. A tiro de piedra de la estación de Hualamphong, el barrio chino de Bangkok es tan enérgico como cabría imaginar. Mezcla de olores, sonidos y colores, Chinatowm está en permanente estado de ebullción y su arteria principal, Yaowarat Road, es una especie de feria ambulante abierta todo el año.
Mercado nocturno de Pat Pong. Ubicado en la calle del mismo nombre, en este mercadillo se venden todo tipo de baratijas, siendo indispensable el regateo. Los locales de la calle donde está enclavado ofertan de manera incesante espectáculos pornográficos, con el inevitable ‘ping pong show’, como entretenimiento estelar. Más kitsch que sórdido, el ambiente no está a la altura de la literatura pendenciera que envuelve a la denominada capital del pecado.
Hotel Oriental. Abierto a las visitas, pasear un rato por este majestuoso hotel es una gozada. Sirve como improvisado museo de un Bangkok suntuoso del que apenas quedan vestigios. Junto al Oriental se encuentra la State Tower, que según leímos, tiene unas vistas impresionantes, pero también son muy estrictos con el vestuario y a diferencia del Palacio Real no disponen de pantalones largos para el visitante. Lástima que no nos dejasen entrar para comprobarlo.
Peces hambrientos. Tiene su gracia que cientos de pececillos te mordisqueen los pies en busca de alimento. Cosquillas y repelo inicial al margen, nosotros nos decantamos por un estiloso centro de belleza junto al Hotel Oriental donde nos reímos durante un buen rato y nos despedimos de la ciudad.
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