29 octubre 2011

Aventura por las carreteras laosianas. De Vientiane a Luang Prabang

El desarrollo de las infraestructuras en Laos es inversamente proporcional a su fascinante naturaleza. Recorrer el país por carretera, sobre todo en temporada de lluvias, requiere paciencia y, posiblemente, un esfuerzo extra. Vale la pena.


La ruta 13, una de las vías principales de Laos, cortada al tráfico por desprendimientos

Vientiane-Vang Vieng. La ruta 13, una de las carreteras principales del país, conecta Vientiane con Luang Prabang. Nosotros optamos por hacer escala en Vang Vieng, que está un poco antes de la mitad del camino. Esta primera etapa  resulta lenta (unas 4 horas), por el mal estado del firme, pero no se trata de un recorrido especialmente revirado, mejor reservar la biodramina para la segunda jornada.
Cogimos el denominado bus vip, que de lujoso sólo tiene el nombre. El billete se puede comprar en casi cualquier hotel, guesthouse o agencia de viaje de Vientiane, todas cuentan precios similares por lo que no merece la pena perder el tiempo buscando gangas Unos 30.000 kips (más o menos, 3 euros), que incluyen recogida en el alojamaiento.
El autobus ¿VIP? en el que viajamos a Vientiane.

Vang Vieng- Luang Prabang. La llegada a la idealizada Luang Prabang se convirtió en una improvisada 'gymkana'. La carretera entre Vang Vieng y la antigua capital real llevaba cortada, al menos, un par de días por desprendimientos a causa de las lluvias y el viento. Así que después de unas tres horas de trayecto nos vimos atrapados a mitad de camino en una situación desconcertante, sin saber exactamente qué pasaba, con nuestro conductor haciéndose el laosiano, esto es, pasando del asunto a mil por hora y con los 'atascados' locales esperando a Godot, pasando el rato entre las 'beerlaos' que vendían paisanos de la zona, que improvisaron un negocio dando de beber al sediento gentío del  atasco.

Después de la batalla.
Ante la indiferencia generalizada, se impuso la autogestión. Los ocho pasajeros que íbamos en la minivan decidimos cruzar al otro lado de la carretera para seguir nuestro camino hacia Luang Prabang. Y, para que negarlo, fue jodidillo. Bajo la lluvia, por un camino enfangado y con un desnivel criminal que, por lo resbaladizo, presagiaba caída y aseguraba emoción. Cuando casi una hora después conseguimos pasar al otro lado de la carretera parecíamos recién salidos de una guerra,  sucios, cansados y con el miedito metido en el cuerpo por lo que acababamos de dejar atrás.
Ahora eran los laosianos, provenientes de Luang Prabang y atrapados a este lado de la ruta 13, los que nos hacían fotos a nosotros. Tras el inesperado fotocol, negociamos el transporte con el conductor de una furgoneta que mercadeaba en mitad del caos. Unas doce horas después de nuestra salida, llegamos exhaustos a Luang Prabang.

En condiciones normales el trayecto debe durar unas 6-7 horas, en furgonetas con capacidad para unas nueve personas que salen regularmente desde la estación de autobuses de Vang Vieng (a las afueras). El billete se puede comprar en cualquier Guesthouse o agencia de viajes de la ciudad por precios parecidos, que incluye recogida en el alojamiento.

El mini-avión de Laos Airlines, una auténtica nevera.
Luang Prabang-Siemp Reap. La salida hacia Camboya fue más convencional, volamos con Laos Airlines, puntuales y sin incidentes. El vuelo es caro, unos 150 euros por trayecto, y las formas son más de líneas de autobús, con parada en Pakse incluida, pero bastante puntuales. En Pakse nos dimos una vuelta a nuestro libre albedrío por la pista de aterrizaje mientras recogíamos a otros pasajeros, el único mecanismo de control era una pegatina puesta en la solapa. A viva voz nos gritaron que debíamos subir para continuar viaje. Aparte del intento de asesinato por congelación con el criminal aire acondicionado y las formas en las antípodas del glamour aeroportuario, todo fue muy bien.


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