12 abril 2012

Beirut, la ciudad inventada

La capital de Líbano, cuyo centro histórico ha sido reconstruido totalmente tras años de guerra, sorprende por sus contrastes. Cochazos de lujo con 'barbies' a juego comparten calle con barreras de espino y controles de militares. De la guerra a la fiesta, sin escalas intermedias.




La primera impresión es que no paseas por una ciudad, sino por un decorado. El centro está completamente reconstruido, todo tan nuevo y tan perfecto que rechina. Le falta alma o lo que quiera que sea, justo lo contrario de lo que le sobra a ciudades decadentes y magnéticas como Nápoles o La Habana. Ese aire fantasmagórico de la zona céntrica contrasta con la vitalidad de una ciudad que vive en la calle y a la que le sobra energía.

Las calles del centro, tan pulcras y nuevas, resultan irreales.

Beirut es una ciudad extraña. Desde la lejanía suena a disparos, guerra y, quizás, a Maruja Torres; si te acercas, descubres que hace años fue capital del glamour, una especie de París extraviada en el mapa, cuyas fiestas se la rifaban famosos y estrellas de cine de la época. En la actualidad, intenta recuperar ese espíritu canalla que sólo tienen los pueblos que han vivido en el filo. En general, conforma un ‘cocktail’ atractivo y resistente a las etiquetas.

La rutina de la guerra...
... y el inicio de las hostilidades.











Huellas del conflicto.
Beirut es un popurrí donde se mezclan controles militares, barreras de espino y edificios mutilados por la guerra con bares de diseño, tiendas de alta costura y el ejército de guapas luciendo orgullosas silicona y almidón. Jamás vi tantos coches de lujo juntos, ni tantos descerebrados al volante. Los conductores beirutíes parecen empeñados en convertir las calles en un permanente circuito de Fórmula 1. Una locura que quizás se deba que la guerra haya formado durante años parte de su paisaje cotidiano,... quién sabe. Jugar a los antrópolos durante los viajes es una tentación que suele anticipar grandes meteduras de pata.



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